Las economías emergentes, a menudo desestimadas como rezagadas en términos de sostenibilidad ambiental, han emergido como terrenos fértiles para la innovación empresarial.
Contrariamente a la percepción generalizada de que priorizan la lucha contra la pobreza sobre la protección del planeta, estas naciones albergan un tesoro de empresas visionarias que desafían los estereotipos establecidos.
Cuando el Foro Económico Mundial se aventuró a explorar las mejores prácticas empresariales sostenibles en el mundo en desarrollo, descubrió una plétora de organizaciones pioneras que demostraron que, en los mercados donde la escasez de recursos se hace sentir con mayor intensidad, la sostenibilidad no solo es viable, sino que también puede convertirse en una fuente de ventaja competitiva.
Estas empresas, ya sean impulsadas por el pragmatismo o el idealismo, han demostrado consistentemente tasas de crecimiento y márgenes de beneficio superiores a la media. Su éxito se fundamenta en tres enfoques generales: la adopción de una visión a largo plazo con inversiones iniciales en métodos operativos sostenibles que conducen a costos más bajos y mayores rendimientos; la implementación de pequeños ajustes que generan grandes ahorros, financiando así la adopción de tecnologías avanzadas; y la extensión de los esfuerzos de sostenibilidad a las operaciones de sus clientes y proveedores, creando nuevos modelos de negocio en el proceso.
Un ejemplo emblemático de esta sinergia entre sostenibilidad y rentabilidad es la historia de Sekem, la primera granja orgánica de Egipto fundada por Ibrahim Abouleish en 1977. En un momento en que los productos orgánicos eran considerados un lujo, Sekem se dedicó a perfeccionar prácticas agrícolas sostenibles, lo que finalmente le permitió incursionar en el cultivo de algodón orgánico en 1990.
Además de sus beneficios medioambientales, como la recuperación de tierras cultivables y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, las técnicas orgánicas de Sekem demostraron ser financieramente lucrativas. Redujeron los costos de la granja, aumentaron los rendimientos y produjeron un algodón de alta calidad que encontró un mercado en auge. Así, lejos de ser un capricho costoso, la sostenibilidad se convirtió en un pilar fundamental de su modelo de negocio, impulsando un crecimiento sostenido de los ingresos y consolidando su posición como uno de los principales productores de alimentos orgánicos de Egipto.
La historia de Sekem ejemplifica que, en los mercados emergentes, los esfuerzos de sostenibilidad corporativa no solo son posibles, sino también indispensables para la reinvención empresarial. En un mundo donde las presiones ambientales son cada vez más urgentes, las empresas visionarias encuentran en la sostenibilidad no solo un imperativo moral, sino también una estrategia comercial inteligente y redituable.
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