Las crisis de oferta de petróleo que se vivieron durante la Guerra del Yom Kippur en 1973 no solo tuvieron un impacto directo en el precio del barril; también causaron estragos en el mercado de valores estadounidense debido al embargo de crudo impuesto a las naciones occidentales. Este embargo llegó a desencadenar una de las caídas más significativas en el índice S&P 500 que se recuerdan hasta la fecha.

Desde el 1 de enero de 1973 hasta septiembre de 1974, el valor del índice más capitalizado del mundo disminuyó en un 46,2%, un desplome que se compara con los más severos vividos en los momentos más desafiantes del siglo. Hasta la fecha, el mayor desplome registrado sigue siendo la caída que ocurrió durante el colapso de 1929, cuando el índice perdió más del 86% entre septiembre de 1929 y julio de 1932. En 1937, un descenso en el mercado de valores afectó el 54,5% de la capitalización del S&P 500 debido a un aumento en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal.

El impacto de los aumentos en las tasas de interés es uno de los factores que ahora mantiene en alerta a numerosos analistas en el mercado bursátil, especialmente después del incremento más significativo, ocurrido en 2022 y 2023, en los últimos 40 años.

En la segunda mitad del siglo XX, el primer colapso bursátil significativo tuvo lugar en noviembre de 1968, cuando el S&P cayó en más del 36% en un período de un año y medio. Este desplome se debió al sobrecalentamiento económico, el aumento de la inflación (un elemento que guarda similitud con la situación actual) y las protestas que se producían en numerosas capitales del mundo en oposición a la Guerra de Vietnam, entre otros factores.

Con estos antecedentes, la caída de 1973 por la Guerra de Israel y el embargo no fue nada inusual. Confirmó, una vez más, que el mercado de valores tiende a subir gradualmente pero caer abruptamente, una tendencia que persiste hasta el día de hoy.

Tras esa caída, el mercado de valores disfrutó de casi 30 años de estabilidad, sin grandes sobresaltos, hasta que estalló la burbuja tecnológica a principios del siglo XXI. La explosión de la burbuja de las empresas tecnológicas castigó al S&P con una caída del 49,1% entre marzo de 2000 y octubre de 2002.

Hasta 2008, el mercado logró recuperar lo perdido durante la crisis tecnológica, pero la llegada de la Gran Crisis Financiera se llevó consigo un 56% de la capitalización del S&P 500. En la década que siguió a ese desplome, los bancos centrales, como la Fed y el BCE, intervinieron con programas de estímulo sin precedentes que respaldaron un período de notables ascensos en los mercados. En 2020, la pandemia de COVID-19 provocó una caída del 33% en el S&P 500, aunque se recuperó rápidamente.

En la actualidad, con el conflicto en Ucrania, el estallido del conflicto en Israel, la Reserva Federal culminando su proceso de aumentos en las tasas de interés y la persistencia de la inflación en niveles elevados, la historia del mercado de valores está escribiendo un nuevo capítulo en un período de gran incertidumbre.

El aumento en los precios del petróleo ha generado preocupación, y se ha sumado un nuevo factor que podría desencadenar volatilidad en los mercados: el encarecimiento del gas. Desde el ataque de Hamás a Israel, el precio de este recurso energético ha subido casi un 50% en Europa, llegando a rozar los 59 euros por MW/h este viernes. Aunque en comparación con los 339 euros alcanzados en 2022, este incremento puede parecer menos alarmante, representa un aumento del 133% desde los mínimos registrados a principios de año. Además, la Agencia Internacional de la Energía ha advertido esta semana: “Los inventarios en Europa comienzan la temporada de calefacción con una capacidad del 96%, pero esto no garantiza estabilidad en los precios durante la temporada”, advierte.